
Despojar la casa de lo que no necesitamos
diciembre 16, 2024
¿Decisiones buenas o malas?
enero 6, 2025Al final de cada año, muchos de nosotros hacemos una pausa para mirar atrás y evaluar lo que hemos alcanzado.
Por eso, en estas fechas es natural abrir la puerta de nuestra casa que llamaremos «el cuarto de los logros«, donde guardamos trofeos simbólicos: ascensos laborales, relaciones conquistadas, bienes adquiridos, títulos académicos o metas cumplidas.
Pero ¿cuántos de esos logros realmente nos hicieron felices? ¿Cuántos los perseguimos desde el ego, desde una necesidad de validación externa, y no desde nuestro verdadero deseo?
En el marco del día de los inocentes, vale la pena reflexionar sobre las inocencias que nos contamos para justificar la búsqueda de ciertos logros.
A veces, creemos que algo nos traerá plenitud porque es lo que nos enseñaron a valorar, porque es lo que el mundo nos dice que «deberíamos querer». Sin embargo, una vez que alcanzamos esas metas, la sensación de vacío persiste, como si hubiéramos acumulado trofeos en un cuarto frío y sin vida, donde la alegría nunca se quedó a habitar.
«El problema no está en buscar logros, sino en confundir lo que necesitamos para sentirnos completos con lo que creemos que debemos tener para ser aceptados».
Esa confusión puede llevarnos a llenar ese cuarto con metas prestadas, expectativas familiares, comparaciones sociales o incluso compensaciones por heridas emocionales que no hemos sanado.
Cerrando el año, es importante detenernos frente a esa puerta y preguntarnos qué logros realmente nos hicieron crecer, nos dieron paz, nos conectaron con nosotros mismos.
Y, más importante aún: ¿qué logros me buscaron más a mí que yo a ellos? Porque cuando algo surge desde nuestra autenticidad, desde un anhelo genuino, se siente como un hogar dentro de ese cuarto. Pero cuando lo logramos para complacer al ego o a los demás, termina siendo como un mueble que nunca quisimos y que ocupa espacio en nuestra casa mental.
Replantear lo que consideramos «éxito» es un acto de valentía. Nos obliga a soltar el peso de las expectativas externas y a redefinir la relación que tenemos con nuestras metas.
«El verdadero logro no siempre es visible, no siempre se celebra con aplausos; a menudo, es silencioso, como el aprendizaje de decir «no», la decisión de cuidarnos mejor o el descubrimiento de quiénes somos sin las máscaras que otros nos colocaron».
Este fin de año, permítete abrir ese cuarto, no para juzgarte por lo que está ahí, sino para reorganizarlo con intenciones más puras.
Deja ir los logros que no eran tuyos, aquellos que llenaron el espacio pero no el alma. Agradece lo aprendido y haz espacio para que en el próximo año puedas construir desde el corazón, no desde la necesidad de aprobación.
La verdadera felicidad no está en los trofeos que acumulamos, sino en cómo habitamos nuestra casa interior. Este cierre de año, conviértete en el arquitecto de tus propios sueños, y asegúrate de que el cuarto de los logros sea un lugar donde encuentres paz, no exigencia; gratitud, no vacío; amor, no deber.
Que cierres muy bien tu año y que este 2025 esté lleno de intenciones que surjan desde tu corazón, obedeciendo a tus deseos y anhelos más honestos.
Con cariño,
Maddalena Armenise
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