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agosto 18, 2025En el imaginario popular, el Lobo Feroz es el antagonista indiscutible. Representa el peligro, lo prohibido, lo que acecha en los márgenes del bosque. Pero, desde una mirada psicoanalítica, el lobo no es solo “el malo” de la historia: es una figura mucho más compleja, cargada de simbolismo, que refleja una parte reprimida y primitiva de nosotros mismos.
El lobo como arquetipo de la sombra
En términos junguianos, el lobo encarna la sombra: todo aquello que rechazamos, reprimimos o tememos de nuestra propia naturaleza. No se trata únicamente de lo “malo” o destructivo, sino también de aspectos instintivos que la sociedad nos ha enseñado a esconder: la agresividad, la sexualidad, el deseo, la rebeldía.
Al igual que en otros mitos y cuentos, el lobo es el recordatorio de que existe un mundo salvaje fuera de la seguridad del hogar y que, tarde o temprano, ese mundo nos encontrará. La sombra, como el lobo, no puede ser eliminada, solo reconocida e integrada.
Freud y el despertar de los instintos
Desde la perspectiva freudiana, el lobo simboliza la irrupción de los deseos inconscientes y de la energía instintiva (ello). En el momento en que Caperucita sale de casa y entra en el bosque, entra también en contacto con sus propios deseos y miedos.
«El lobo, seductor y amenazante, es la encarnación de esa fuerza interna que la empuja a desafiar lo establecido y a experimentar lo desconocido».
Este “despertar” no es solo sexual (aunque muchos análisis lo aborden así), sino existencial: el descubrimiento de que no vivimos en un mundo totalmente seguro y de que dentro de nosotros existe algo que puede llevarnos tanto a la destrucción como a la transformación.
El lobo como fuerza de prueba
En muchos relatos tradicionales, los antagonistas cumplen la función de prueba iniciática. El lobo, entonces, es el obstáculo que fuerza al protagonista a crecer. Sin el lobo, Caperucita no tendría un punto de quiebre que la empuje a cuestionar su ingenuidad y a desarrollar nuevas herramientas internas.
En este sentido, el lobo es también el maestro disfrazado: aquel que, al amenazar lo que conoces, te obliga a abandonar la comodidad y a enfrentar la incertidumbre.
El lobo como parte de nosotros
Si seguimos el hilo simbólico, el lobo no vive únicamente en el bosque. Vive dentro de cada uno. Es la voz que susurra “atrévete” y que, a la vez, advierte “esto puede destruirte”. Es el impulso por romper normas, por ir más allá de los límites conocidos, por probar aquello que se nos dijo que no debíamos tocar.
Negar la existencia del lobo interno no lo hace desaparecer. Al contrario, lo vuelve más peligroso, pues se manifiesta de forma inconsciente y, a veces, destructiva.
«Integrar al lobo significa reconocer nuestras pasiones, miedos y deseos sin permitir que tomen el control absoluto».
En última instancia, el Lobo Feroz es la metáfora del conflicto interno entre la seguridad y la libertad, entre la obediencia y la exploración. Y, aunque en el cuento termine derrotado, su presencia nos recuerda que no hay crecimiento sin enfrentar a la sombra, y que todo viaje hacia la madurez implica caminar por el bosque y, tarde o temprano, encontrarnos cara a cara con nuestro propio lobo.
Maddalena Armenise
@soylenapsico
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