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Pero, en el relato, la abuelita se encuentra frágil, vulnerable, y justamente esa vulnerabilidad es la que abre la puerta al engaño del lobo. Esa imagen nos habla de algo profundo: incluso la sabiduría, si no está despierta, puede ser devorada o distorsionada por los miedos y las fuerzas internas que nos acechan.
¿Qué representa la abuelita en nosotros?
- La experiencia heredada: todo lo que aprendemos de quienes estuvieron antes que nosotros.
- La voz interior que aconseja: esa parte de nosotros que ya “sabe”, pero que muchas veces ignoramos.
- La fragilidad de lo viejo: cuando la sabiduría no se actualiza, puede quedarse atrapada en la rutina o en la debilidad.
La abuelita en peligro: la sabiduría que olvidamos
El hecho de que el lobo suplante a la abuelita muestra cómo los miedos, las apariencias o las tentaciones pueden ocupar el lugar de la voz sabia. Cuántas veces creemos estar escuchando nuestra intuición, pero en realidad seguimos el eco de un temor disfrazado.
El cuento nos advierte: si no cuidamos esa parte sabia en nosotros, puede ser fácilmente reemplazada por la ilusión o el autoengaño.
La abuelita como refugio
También la abuelita es la figura del hogar, del lugar al que volvemos cuando necesitamos cobijo. Representa el calor humano, la raíz que nos recuerda quiénes somos.
Sin embargo, si depositamos todo nuestro sentido de seguridad en lo externo —en alguien que nos cuide, en una figura protectora—, corremos el riesgo de quedarnos sin recursos propios cuando esa figura falte o esté debilitada.
El aprendizaje que deja la abuelita
«La enseñanza es clara: necesitamos honrar la sabiduría de quienes nos anteceden, pero también fortalecer la nuestra».
No basta con “tener una voz sabia”, hay que escucharla, cuidarla y actualizarla para que no se vuelva frágil ante los disfraces del miedo.
La abuelita nos recuerda que la sabiduría no está garantizada: debe ser cultivada, protegida y vivida activamente.
Maddalena Armenise
@soylenapsico
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