
Los mecanismos de defensa: guardianes del presente absoluto
mayo 5, 2025
La persistencia del conflicto y la trampa de esperar el milagro
mayo 19, 2025Existe una tensión sutil —a veces apenas perceptible, otras veces insoportable— que atraviesa nuestra vida cotidiana. Una fricción persistente entre la necesidad de certeza y la verdad inevitable de que vivimos en un mundo profundamente incierto.
En esa tensión se juega uno de los conflictos más profundos de nuestra psique: la lucha entre el ego —que necesita control— y la intuición —que susurra verdades que muchas veces no queremos oír.
La necesidad de control: el refugio ilusorio del ego
Vivimos, sin excepción, dentro de la incertidumbre. No controlamos los giros de nuestras relaciones, los resultados de nuestras decisiones, ni los imprevistos de la vida.
Pero el ego no tolera esa ambigüedad. Organiza, interpreta, proyecta. Construye rutinas, estructuras, certezas prestadas, narrativas que dan la ilusión de estabilidad.
Y cuando no encuentra respuestas, las inventa. Porque no saber, para el ego, equivale a estar en peligro.
La intuición: esa voz que sabe antes de saber
Frente a esa rigidez, se alza la intuición. Una inteligencia distinta, menos ruidosa, más corporal, más simbólica. No deduce: percibe. Capta los silencios, los gestos, lo que aún no tiene forma.
Es esa sensación inexplicable que aparece sin previo aviso, pero que cuando se escucha, resulta profundamente certera.
El problema aparece cuando esa intuición entra en conflicto con lo que el ego ya decidió creer. Y entonces, como en un acto reflejo, los mecanismos de defensa hacen su trabajo: minimizan, ridiculizan, silencian.
- Eso no puede ser
- Es solo tu imaginación
- Mejor no pensar en eso
Y así, lo que podría haber sido brújula, se convierte en ruido de fondo.
El precio de ignorarnos
Desde la psicología profunda sabemos que reprimir la intuición no es gratis. Silenciar lo que sentimos —lo que ya sabemos sin saber cómo lo sabemos— consume una enorme cantidad de energía psíquica.
Esa energía que podría estar disponible para crear, para amar, para elegir, termina ocupada en sostener el autoengaño. Y con el tiempo, lo que negamos no desaparece: se transforma en ansiedad, en somatizaciones, en parálisis o en confusión persistente.
A eso se suman los sesgos cognitivos que refuerzan nuestras ideas fijas. El más conocido, el sesgo de confirmación, nos hace buscar solo lo que confirma nuestra narrativa, descartando cualquier dato —o intuición— que la cuestione.
Así, no solo dejamos de escuchar: nos volvemos cómplices de nuestra propia desconexión.
Un conflicto que nos deja atrapados entre el miedo y el deseo
Y entonces aparece el conflicto perpetuo: el de una vida vivida más desde el miedo que desde la verdad. Donde sobrevivimos, pero no nos transformamos. Donde todo lo espontáneo, lo creativo, lo vital… queda a la sombra de lo seguro.
En escena: ponerle cuerpo a la voz silenciada
Como psicodramatista, invito a mis pacientes a explorar esa jaula desde adentro. A dar voz a esa parte que sabe pero fue callada. A encarnar lo que siempre estuvo ahí, esperando ser mirado.
Porque cuando algo se pone en escena —cuando se nombra, se siente, se actúa— deja de ser solo un susurro interno. Se convierte en verdad encarnada. Y desde ahí, comienza la transformación.
Confiar en la brújula interior
Aceptar la incertidumbre no es resignarse. Es dejar de pelear con lo inevitable para comenzar a confiar en la guía interna que todos llevamos.
Esa brújula que no responde a reglas externas, pero sí a una profunda sabiduría interna. La intuición no grita. Pero si te detienes a escuchar, te muestra el camino incluso en la niebla más densa.
¿Y tú? ¿Estás dispuesto a aflojar la jaula y dejar que tu intuición vuelva a respirar?
Si te atreves, aquí estoy.
Maddalena Armenise
@soylenapsico
+39 350 035 1163