
Te vas a traicionar a ti mismo… y eso está bien
abril 24, 2025
La incertidumbre, la intuición silenciada y el conflicto perpetuo
mayo 12, 2025Hay una danza interna que se activa sin aviso. No tiene música externa, pero responde con precisión al más leve temblor emocional. Es una danza de protección, de reacción inmediata, de preservación del equilibrio psíquico. Una coreografía silenciosa que nos habita y se despliega, muchas veces, sin que siquiera lo notemos.
Esa danza es ejecutada por los mecanismos de defensa. Y aunque en la teoría psicológica puedan parecer un tema técnico, en la experiencia cotidiana son fuerzas vivas, sutiles, profundamente humanas. No son solo conceptos de manual; son respuestas automáticas que emergen en lo que me gusta llamar el presente absoluto: ese espacio interno donde todo ocurre en tiempo real.
«Los mecanismos de defensa son, en esencia, estrategias inconscientes del ego para protegernos de aquello que sentimos como una amenaza: la angustia, el rechazo, el dolor emocional, la pérdida, el miedo a no ser suficientes».
No están orientados al pasado ni especulan con el futuro. Reaccionan aquí y ahora. Actúan como centinelas internos que resguardan nuestra estabilidad emocional frente a lo que, en ese instante, nos resulta intolerable.
El castillo y sus centinelas
Imaginemos por un momento que nuestra mente es un castillo. En su interior, el ego intenta gobernar con equilibrio. Pero en las murallas, alerta y siempre listo, hay centinelas: los mecanismos de defensa.
Esos centinelas filtran lo que llega. Evalúan palabras, gestos, recuerdos, emociones, sensaciones físicas. Y cuando algo parece amenazante, reaccionan de inmediato. A veces distorsionan la información para que duela menos (racionalización), a veces la niegan directamente (negación), la expulsan proyectándola en otros (proyección), o la ocultan para que no interfiera (represión).
En sesión, escucho a menudo frases como: «Yo no quería reaccionar así, simplemente lo hice».
Y en esas palabras se revela algo profundo: no fue la razón la que actuó. Fue el guardián interno, el que no pide permiso ni da explicaciones, el que está ahí para intervenir sin consulta cuando percibe peligro.
Desde el psicoanálisis, entendemos los mecanismos de defensa como herramientas que median entre los deseos del Ello, las normas del Superyó y la realidad. Pero en enfoques más actuales, también los reconocemos como recursos que intentan sostener la autoestima, evitar el conflicto interno o la disonancia cognitiva, y amortiguar el impacto emocional de situaciones difíciles.
Defensa que protege… pero también limita
Estos mecanismos no son «malos» en sí. Son adaptativos. Nos ayudan a sobrevivir. Son útiles cuando las emociones desbordan o cuando el entorno no ofrece contención. Pero el problema surge cuando se vuelven automáticos, rígidos o excesivos. Cuando ya no nos protegen, sino que nos aíslan. Nos alejan de nosotros mismos, de nuestras emociones auténticas, de los otros.
Por eso, en el espacio terapéutico, los miramos con respeto, pero también con intención de hacerlos conscientes. Porque solo cuando los identificamos podemos preguntarnos: ¿Esto que hago es una elección o una reacción automática?
Del inconsciente al escenario
Como psicodramatista, creo que nombrar no siempre es suficiente. Hay que representar. Encarnar. Ver cómo ese mecanismo se mueve, qué personaje interpreta, en qué escena aparece. El psicodrama nos permite poner en acción esa danza interna, y así transformarla.
Porque cuando lo vemos, cuando lo reconocemos en acto, cuando dejamos de temerle, empezamos a recuperar el poder de decidir. Y ese poder transforma.
Porque sí: todos necesitamos defensa, pero también necesitamos verdad. Poder decirnos la verdad de lo que sentimos, aunque incomode. Habitar nuestra emoción con dignidad. No para quedarnos ahí, sino para sanar desde un lugar más libre.
¿Y tú?
¿Te has detenido a observar qué centinelas cuidan tu castillo mental?
¿Desde cuándo están allí?
¿Siguen siendo necesarios?
¿O es hora de dejarlos descansar?
A veces, el verdadero acto de valentía no es resistir. Es permitirnos sentir. Es abrir la puerta del castillo sin miedo y confiar en que podemos habitar el presente sin tanta armadura.
Por eso, en el próximo artículo te contaré un poco más sobre la incertidumbre, la intuición silenciada y el conflicto perpetuo.
Maddalena Armenise
@soylenapsico
+39 350 035 1163