Ayudar a otros y el gran mito del sacrificio
septiembre 16, 2024Cuidar la salud mental para vivir como realmente queremos
octubre 7, 2024A veces, el miedo a lo desconocido nos lleva a quedarnos en lugares familiares. Ya sea una relación, el entorno familiar o un trabajo que, aunque no nos llene del todo, nos da una sensación de seguridad. Nos sentimos queridos, comprendidos o, al menos, cómodos. Sin embargo, esta permanencia, que parece estar sustentada en la estabilidad, muchas veces tiene un costo alto: la erosión de nuestro amor propio y la pérdida de confianza en nosotros mismos.
Esta situación se parece mucho a lo que ocurre cuando cuidamos una planta de sábila. La sábila es una planta fuerte y resistente, capaz de sobrevivir en ambientes adversos. Pero, por muy robusta que sea, también necesita un entorno adecuado. Aunque pensemos que está en un lugar seguro y familiar, si la sábila no recibe los cuidados que realmente necesita, comenzará a marchitarse. El exceso de agua, la falta de luz o un espacio insuficiente en su maceta pueden asfixiarla lentamente, incluso cuando parece estar en un entorno seguro.
De la misma forma, nosotros podemos marchitarnos al quedarnos en situaciones que no nos permiten crecer o nutrir nuestro bienestar emocional. A menudo, permanecemos en estos lugares porque creemos que son «nuestros» por el tiempo que llevamos en ellos, por las experiencias compartidas o porque nos sentimos enraizados en ellos. Sin embargo, es crucial aprender a identificar cuando un lugar que una vez fue nutritivo ahora representa una amenaza para nuestra salud mental y nuestro amor propio.
¿Cuándo un lugar deja de ser «nuestro»?
Reconocer cuándo un lugar ha dejado de ser «nuestro» y comienza a drenarnos es fundamental para preservar nuestro bienestar. Este reconocimiento no es fácil. Nos hemos acostumbrado tanto a ciertos espacios y relaciones que creemos que tenemos un derecho inamovible sobre ellos. El tiempo que hemos invertido, las experiencias que hemos vivido, y el apego emocional nos convencen de que debemos seguir ahí, a pesar de que ya no florecemos en ese entorno.
Es como la sábila que llevamos años cultivando. Aunque creció fuerte en sus primeras etapas, ahora sufre en silencio. Las señales están ahí: hojas que se marchitan, colores que pierden su brillo. Al igual que la sábila, nuestras señales también son claras. Nos sentimos agotados, atrapados en la rutina, con una sensación constante de vacío o frustración. Esas señales no deben ignorarse.
A menudo, la permanencia en un lugar que consideramos nuestro puede representar la muerte lenta de nuestro amor propio. Nos convencemos de que el sacrificio es parte del proceso, que todo esfuerzo vale la pena, cuando en realidad estamos perdiendo partes de nosotros mismos. Nos negamos a dejar ir, porque sentimos que al hacerlo estamos abandonando algo que hemos construido con esfuerzo. Sin embargo, aferrarnos a lo conocido, aunque parezca seguro, puede evitar que encontremos el entorno que realmente necesitamos para prosperar.
La importancia de saber cuándo soltar
La sábila, como cualquier ser vivo, tiene necesidades que pueden cambiar con el tiempo. Necesita sol, agua en la medida justa y, a veces, necesita más espacio para crecer. De la misma manera, nuestras necesidades emocionales y personales también evolucionan. Lo que en algún momento nos dio estabilidad puede dejar de ser suficiente, y es crucial aprender a soltar aquello que ya no nos nutre.
El miedo a lo nuevo es natural, pero quedarse en lo familiar por miedo a lo desconocido es un freno para nuestro crecimiento. Al igual que la sábila puede pudrirse si no se le da el cuidado adecuado, nosotros también podemos descomponernos por dentro si no atendemos nuestras necesidades de evolución y cambio. Identificar cuándo es necesario hacer un cambio de «maceta» es un acto de amor propio.
Salir de nuestra zona de confort puede parecer aterrador, pero es necesario para nuestro bienestar. Ese paso hacia lo nuevo, aunque incierto, es donde realmente descubrimos lo que nos hace bien. Es en ese proceso de búsqueda de nuevos espacios, tanto internos como externos, donde encontramos el ambiente adecuado para florecer de nuevo. Como la sábila que se fortalece al encontrar el espacio justo, nosotros también prosperamos cuando nos atrevemos a buscar el lugar correcto para nuestro crecimiento.
Encontrar un nuevo entorno para florecer
Moverse hacia un nuevo entorno no significa que todo lo vivido hasta ahora ha sido en vano. Al contrario, cada experiencia, cada paso en nuestro camino, nos ha dado herramientas y sabiduría para identificar lo que realmente necesitamos. Al igual que un jardinero que conoce bien las señales de una planta, con el tiempo aprendemos a reconocer cuándo algo ya no nos hace bien.
Buscar un nuevo espacio para crecer no es una traición a lo que fuimos, sino una afirmación de lo que somos. De la misma forma que una sábila puede regenerarse en mejores condiciones, nosotros también podemos renovarnos al encontrar un entorno que nos permita desarrollarnos en todo nuestro potencial.
Dejar un lugar familiar puede ser doloroso, pero es importante recordar que ese dolor es parte del proceso de transformación. Aferrarse a lo conocido, aunque parezca seguro, puede ser el mayor obstáculo para descubrir lo que realmente nos hace felices. Cambiar de entorno, ya sea físico o emocional, implica un acto de valentía y de profundo amor propio.
El camino hacia lo nuevo
Como en el cuidado de la sábila, el cuidado de nosotros mismos requiere paciencia, atención y la disposición a adaptarnos a nuevas circunstancias. Debemos estar atentos a nuestras necesidades y ser honestos con nosotros mismos sobre lo que nos está impidiendo crecer. Si un lugar, por mucho que lo consideremos «nuestro», comienza a asfixiar nuestro amor propio, debemos aprender a soltarlo.
La vida, como el crecimiento de una planta, es un proceso continuo de cambio. Al salir de la zona de confort y buscar un entorno más sano, no solo nos damos la oportunidad de florecer de nuevo, sino que también fortalecemos nuestra relación con nosotros mismos. Como la sábila que encuentra su lugar justo bajo el sol, nosotros también podemos encontrar ese espacio donde realmente nos sentimos vivos.
Atreverse a buscar lo que realmente necesitamos es la mayor muestra de amor propio que podemos darnos.
¿Y tú, estás en tu lugar “justo”?
Con amor,
Maddalena Armenise
+39 350 035 1163