
Entre la herencia y la posibilidad de ser
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El Lobo de Caperucita: el instinto, la sombra y la tentación
agosto 11, 2025La historia de Caperucita Roja ha sido contada por siglos como un cuento para niños, pero bajo su capa roja se esconden símbolos y tensiones que tocan directamente a la estructura de nuestra psique.
No es solo la historia de una niña, un lobo y una abuela; es una alegoría sobre el crecimiento, la sexualidad, la ingenuidad y el despertar de la conciencia.
Caperucita: inocencia, deseo y tránsito hacia la adultez
En el psicoanálisis, los personajes no son personas concretas sino proyecciones de partes de nuestro inconsciente. Caperucita es, en primera instancia, la representación de la inocencia primaria, de esa etapa de la vida donde la ingenuidad protege del dolor pero también expone al peligro.
La capa roja, lejos de ser un detalle estético, se asocia al despertar de la sexualidad y la pulsión vital: el rojo es sangre, deseo, vida, pero también advertencia.
Su camino por el bosque es el tránsito de la niñez a la adultez, un terreno lleno de bifurcaciones, tentaciones y riesgos. Aquí no se trata solo de “desobedecer a mamá”, sino de enfrentarse a lo desconocido, a lo prohibido, y por ende, a lo que despierta el deseo y el miedo a la vez.
La fragmentación del yo
Freud hablaba de cómo nuestro yo se fragmenta entre las exigencias del ello (instintos y pulsiones), el superyó (normas y prohibiciones) y el yo (la instancia mediadora).
En Caperucita podemos ver estas partes en tensión:
- El superyó: representado por las advertencias de la madre (“No te salgas del camino, no hables con extraños”), que simbolizan las normas sociales y familiares.
- El ello: encarnado en las pulsiones, curiosidad y atracción hacia lo prohibido que la llevan a interactuar con el lobo o desviarse del sendero.
- El yo: la propia Caperucita intentando navegar entre estas fuerzas opuestas, aunque su inexperiencia la hace vulnerable.
«Esta tensión produce fragmentación interna: Caperucita no es enteramente obediente ni enteramente rebelde; oscila entre las dos, y esa oscilación es, de hecho, el proceso humano de crecer».
El despertar freudiano
Freud proponía que el desarrollo psíquico implica una serie de “despertares” a realidades incómodas: la pérdida de la ilusión de omnipotencia, el reconocimiento de la sexualidad, el contacto con la muerte.
En el cuento, Caperucita experimenta al menos dos despertares:
- La toma de conciencia del engaño (cuando se da cuenta de que la figura que tiene delante no es la abuela que creía).
- El reconocimiento del peligro y la finitud (la amenaza de ser devorada).
Estos despertares son metáforas de esos momentos en la vida en los que se rompe la burbuja de inocencia y el yo se ve obligado a integrar partes de la realidad que antes negaba o desconocía.
Caperucita como arquetipo
Más allá del psicoanálisis freudiano, Caperucita funciona como un arquetipo universal: el del individuo que sale al mundo sin una estructura interna sólida y que, por ello, es puesto a prueba. El bosque es la vida misma; el camino recto, las normas y seguridades; los desvíos, los impulsos y deseos.
No importa cuántas veces se cuente el cuento: siempre volveremos a ese instante en el que Caperucita, capa roja sobre los hombros, está a punto de dar el paso que cambiará su destino. Y en ese punto, cada uno de nosotros se ha encontrado alguna vez.
En los próximos artículos iremos analizando a los otros personajes de este cuento (el lobo, la abuela, el leñador y el bosque), para entender qué representan en el inconsciente colectivo y qué valiosas lecciones podemos aprender de este cuento que ha acompañado la infancia de millones.
Maddalena Armenise
@soylenapsico
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