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Esas respuestas que damos, más que surgir de nuestra verdadera esencia, son respuestas ejercidas, moldeadas por normas sociales, culturales y familiares.
Pero dentro de nosotros también existe otro tipo de respuesta, una que no está filtrada por las expectativas externas: la respuesta auténtica.
Es la reacción que realmente sentimos en nuestro interior, la que surge sin censura ni condicionamientos. Es el “no quiero ir” en lugar del “veré si puedo”; el “eso me duele” en vez del “no pasa nada”.
El problema de vivir solo desde la respuesta ejercida
Si bien la respuesta ejercida nos ayuda a navegar en la sociedad sin generar conflictos innecesarios, cuando se convierte en nuestra única forma de interactuar con el mundo, nos desconectamos de nosotros mismos.
«Dejamos de escuchar lo que realmente sentimos y terminamos atrapados en una vida que no nos representa».
Esto puede manifestarse en múltiples aspectos de nuestra vida:
- En el trabajo, cuando toleramos dinámicas injustas por miedo a ser vistos como “problemáticos”.
- En las relaciones, cuando nos forzamos a decir lo que el otro quiere escuchar en lugar de expresar lo que verdaderamente sentimos.
- En nuestra identidad, cuando reprimimos emociones y pensamientos para encajar en lo que se espera de nosotros.
Vivir solo desde la respuesta ejercida nos vuelve esclavos de las expectativas ajenas y nos aleja de nuestra autenticidad.
El riesgo de solo vivir desde la respuesta auténtica
Por otro lado, actuar únicamente desde la respuesta auténtica sin ningún tipo de filtro puede ser dañino. Expresar todo lo que sentimos sin considerar el impacto en los demás puede generar conflictos innecesarios y dificultar nuestras relaciones.
No se trata de elegir entre una u otra, sino de aprender cuándo y cómo expresar nuestra verdad sin perder la empatía.
Cómo encontrar el equilibrio
El verdadero reto está en lograr que la respuesta ejercida y la respuesta auténtica se acerquen lo más posible. No se trata de renunciar a nuestra autenticidad, sino de aprender a expresarla de manera que sea escuchada y respetada.
Algunas claves para lograrlo son:
- Reconocer lo que realmente sentimos antes de responder. En lugar de reaccionar en automático, preguntarnos: ¿Esto es lo que quiero decir o lo que se espera que diga?
- Ser honestos sin ser hirientes. La autenticidad no debe usarse como un arma. Hay formas de expresar nuestra verdad sin agredir ni desvalorizar a los demás.
- Aceptar que no siempre podemos decir exactamente lo que pensamos. Existen contextos donde una respuesta ejercida es necesaria, pero eso no significa que tengamos que traicionarnos constantemente.
- Escuchar nuestro cuerpo. Muchas veces, antes de que podamos racionalizarlo, nuestro cuerpo ya nos está diciendo si estamos actuando desde la autenticidad o desde la imposición externa.
Encontrar este equilibrio no significa renunciar a nuestra esencia, sino aprender a manifestarla de forma que nos permita vivir con integridad sin alejarnos del mundo que nos rodea.
Porque ser auténtico no es decir todo lo que se nos pasa por la cabeza sin filtro, sino aprender a ser fieles a nosotros mismos sin perder de vista la conexión con los demás.
En terapia podemos descubrir cuál es tu punto medio entre lo ejercido y lo auténtico, para que empieces a vivir una vida más plena y en consonancia con tus deseos y necesidades.
Tu amiga,
Maddalena Armenise
@soylenapsico
+39 350 035 1163